Hacer presente a Dios en nuestro mundo. Posibilitar espacios para cultivar la fe. Cuidar la experiencia personal de encuentro con Dios. Profundizar en nuestras creencias para vivir una religión sana y liberadora. Saber dar razón de nuestra esperanza en un mundo roto por el sufrimiento donde Dios parece ausente.
La espiritualidad ignaciana nos lleva a poner especial énfasis en la relación personal con Dios. Una relación donde se nos da a conocer el amor de Dios y su voluntad concreta sobre cada uno de nosotros.
El Centro Arrupe, como centro fe-cultura-justicia, se siente llamado a buscar la forma de mostrar el rostro de Dios en el mundo y crear espacios en los que suscitar y acompañar la fe de personas y comunidades.
La fe no es algo más que trabajamos, sino algo desde lo cual queremos vivir y crecer. Ese es nuestro reto, y las actividades que realizamos pretenden testimoniar y transmitir ese compromiso para vivir una fe madura.