¿Qué hace un jesuita segoviano hablando de Semana Santa en el Centro Arrupe de Sevilla?
La verdad es que, cuando era niño y participaba en las procesiones de Semana Santa de mi Segovia natal, jamás pensé que acabaría presentando un libro sobre espiritualidad cofrade en los jesuitas de Sevilla.
Por aquel entonces yo no conocía a la Compañía de Jesús y tampoco sabía demasiado de cómo se vivía en profundidad la Semana Santa sevillana (fuera de lo que en aquellos años podía verse en los medios).
Sin embargo, después de mi charla en el Centro Arrupe me doy cuenta de que todo aquello sigue un hilo conductor en mi vida que es el que ha hecho que escribiera el libro “La procesión va por dentro”. Porque cada vez veo más claro que, si hoy tengo fe y soy jesuita es gracias a que, junto al testimonio de mi familia, mi colegio y mi parroquia, estuvieron siempre presente las hermandades a las que pertenezco. En ellas superé la crisis de fe a la que me enfrenté en la adolescencia. Una crisis muy marcada por la dificultad intelectual de la fe, que fue suplida por la sencillez y afectividad de la relación con Dios que entrañan las hermandades y cofradías. Por ello quizá, siempre me he sentido un poco en deuda con el mundo cofrade (con el que me he seguido relacionando si cabe con mayor intensidad) desde mi entrada al noviciado. Y, también por ello siempre me ha dolido cuando, desde dentro y fuera de la Iglesia se ataca a las cofradías aludiendo que son una realidad folclórica y vacía. Esa no es mi experiencia vital (puesto que Dios quiso y quiere hablar en mi corazón a través de ellas) y tampoco es la de todas aquellas personas que viven radicalmente el Evangelio haciendo de sus hermandades una comunidad cristiana adulta, fraterna, profunda y solidaria.
Por ello, siempre pensé que alguna vez debería escribir una especie de apología o defensa de las cofradías, para dar a conocer su verdadera esencia evangélica. Pero la verdad es que nunca acababa de tener tiempo para hacerlo.
No creo que fuera casualidad que el año pasado, mi compañero José Mari Rodríguez Olaizola me invitara a escribir un libro sobre las hermandades y cofradías. Una especie de guía testimonial destinada tanto a aquellos cofrades que quieren vivir su fe de un modo intenso, como a aquellos no cofrades que no acaban de entender qué pasa dentro de una hermandad, hasta el punto de que éstas no hagan más que crecer.
Esto fue lo que puse por escrito durante el verano pasado. Mi experiencia de lo que es una hermandad, de lo que ha significado para mi el relacionarme con Dios y la Virgen a través de las imágenes y ll que significa unir estas dos realidades en el testimonio público (y anónimo) de fe que es una procesión. Por ello, las páginas de mi libro no contienen nombres propios ni referencias zonales, porque no buscan alabar una manera de vivir la Semana Santa, sino más bien mostrar que las cofradías y hermandades pueden ser no solo una puerta de la fe, sino un verdadero camino para vivir el Evangelio. Esto es lo que presento en sus páginas, jalonadas de testimonios propios y ajenos, de aquí y de allá, de anécdotas y de relatos. Es lo que he querido llamar la “espiritualidad cofrade”.
Y de ello fue de lo que hablé ayer en el Centro Arrupe de Sevilla, delante de un grupo heterogéneo formado por personas de espiritualidad ignaciana, por miembros de las hermandades y cofradías de Sevilla, por compañeros jesuitas y sobre todo por amigos. Un público con el que me sentí en casa, entre hermanos, puesto que, tanto en mis palabras como en las preguntas y el diálogo final, se vio que todos buscábamos de una manera u otra tratar de profundizar en el mundo cofrade para entenderlo mejor y así poder desplegar su potencial evangelizador en nuestra sociedad.
En el fondo, mi secreto está en que, sin hablar de Sevilla ni Segovia, Castilla o Andalucía, hablé de todas ellas. Puesto que traté de conectar con la experiencia de fe que todo aquel que ha participado en una hermandad conoce bien.
Dani Cuesta sj