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¡Jesucristo ha resucitado! ¡Aleluya!

Os invitamos a reflexionar, orar y celebrar la resurrección del Señor, y la propia de cada uno de nosotros. Resurrección es vereda que se abre camino, horizonte, victoria y vida. Es recordarnos que la última palabra no la tiene la muerte, sino el amor.

La Pascua es el tiempo de la celebración, de la búsqueda, el tiempo de las apariciones. Y es que Jesús se mueve, en espíritu y en verdad, por nuestro mundo, en medio de nuestra realidad. No siempre le veremos. No siempre lo sentiremos. Pero ahí está, anunciando la verdad última del Dios creador de la historia y de la vida.

Dios quiere la vida, no la muerte ni las mil pequeñas muertes cotidianas infligidas por nuestra limitación, nuestra fragilidad, nuestro pecado. Quiere la pasión, la pasión que conecta con lo más íntimo de nosotros, y por tanto, conecta con el sueño que Dios tiene para con nosotros, ese que se hornea en lo cotidiano, entre gestos, encuentros y sobreabundancia de lo eterno.
Y es que, de verdad, la muerte no tiene nunca la última palabra en la historia y, tras la Pascua de

Jesús, definitivamente se acaba el miedo. Se lo dice el ángel a las mujeres y lo repetirá luego Jesús, “no tengáis miedo”. Y es que en nuestro día a día hay mucho que da miedo: da miedo equivocarse, da miedo quedarse solo, da miedo el rechazo de los demás. Asusta, también fracasar. La enfermedad, el desamor, el dolor, la muerte… Pero la promesa del Resucitado sigue ahí, clara, directa y sincera: “No tengas miedo, yo estoy contigo”. Y lo que parecía derrota se ha convertido en victoria.

Porque, pase lo que pase, la Vida, el Amor de Dios por los hombres de ayer, de hoy y mañana, tiene la última palabra.

La resurrección de Jesús constituye el hecho más importante de la historia. Que Jesús venza a la muerte significa que ningún dolor ni ninguna injusticia tienen la última palabra. Esa es la esperanza del cristiano, que sabe, en lo más íntimo de su corazón, que la muerte no es el final, no cierra la historia. Al final de todo siempre está la vida. Esta esperanza es la que nos hace caminar con alegría y ver el mundo con ojos de vida. Sin resurrección la vida puede convertirse en un sin sentido, en una desesperación. Nosotros, los cristianos sabemos siempre el final, sabemos que el final tiene sentido, aunque en el momento no seamos capaces de verlo. La resurrección llenó de fuerza a los apóstoles para predicar el evangelio por todo el mundo. Ahora tenemos cincuenta días para celebrar el acontecimiento más importante para los creyentes: Jesús está resucitado y está vivo entre nosotros.

La vida eterna vendrá en su plenitud más adelante, estamos seguro de ello, pero recordemos que lo eterno empieza desde hoy, desde la peregrinación por este mundo. Así que cree, confía y di con renovada, sincera y profunda alegría: ¡Aleluya, Cristo ha resucitado!